Nació en el año 1923 en pequeño pueblo rural de Entre Ríos llamado Bovril, hijo de don Roberto Vandor y su madre Alberta, una pareja de inmigrantes franceses, él con ascendencia flamenca. Apenas siendo un adolescente se trasladó a la Capital federal para ingresar como suboficial en la Marina de Guerra, siendo uno de los primeros destinos el buque rastreador ARA Comodoro Py. Es en los primeros años del mandato del general Perón cuando Augusto Vador pidió la baja como suboficial maquinista, para retornar a la vida civil. Al poco tiempo comienza a trabajar como obrero metalúrgico.
Sus comienzos como dirigente gremial
A los 27 años ingresa como soldador en la fábrica Phillips, del porteño barrio de Saavedra. Fue allí donde conoció a Elida María Curone, su esposa desde 1963 y donde adquirió el sobrenombre de “Lobo”. En poco tiempo se convirtió en un líder con un perfil particular y novedoso, negociador hábil y sabedor de administrar su poder. Cuatro años más tarde -1954- había dirigido una huelga para obtener mejoras salariales y encolumnar el gremio tras de si, dejando de lado toda oposición. Una vez instalado en la Unión Obrera Metalúrgica de la República Argentina, nacía la leyenda. Uno de sus contemporáneos describió con admiración su “inteligencia vivaz y una decisión extraordinaria” Su liderazgo estaba basado en una excepcional intuición y en su capacidad de generar confianza y ganar voluntades.
La Caída del General Perón.
La denominada “revolución libertadora” decide su arresto y encarcelamiento por seis meses y lo despiden de la Phillips. A los pocos meses, una vez recuperada su libertad se unió a las filas de la Resistencia Peronista donde tuvo un rol activo. Pronto ejercería una influencia vital sobre las 62 Organizaciones a partir de la disolución de la CGT. Dueño un instinto que le envidiaron quienes intentaron disputarle su indiscutida conducción, el poder sindical y político de Vandor se afianzó desde 1958 (cuando conoció entonces a Perón en su exilio de Ciudad Trujillo). Aprendió a negociar con empresarios y militares y desplegó estrategias cambiantes y ambiguas, siempre destinadas a conseguir poder o para conservarlo y volcarlo al Movimiento Obrero y a su gremio.
La Consolidación y sus riesgos
Todo ello hizo de este dirigente sindical, de la ya entonces poderosa Unión Obrera Metalúrgica (UOM) un objeto del deseo. De unos de acercarse a él y usufructuar una cuota de poder y de otros de eliminarlo, por creerlo una traba al anhelado regreso del general Perón a su Patria. Nada más lejos de la realidad, fue Vandor uno de los pocos que acompañó a Perón en el frustrado Operativo Retorno de 1964. Ya en esos años operaban grupos juveniles de la resistencia que pensaban que la última razón era la eliminación física del “Lobo” y se contaban anécdotas de sicarios que cuando estaban por apretar el gatillo aparecía el enviado del dirigente metalúrgico que lo daba vuelta con unos pesos o un puestito de colaboradores en alguna seccional.
Su asesinato
Vandor había caminado por la cornisa en tiempos de tormentas sin jamás traicionar a las bases de su gremio que sin duda era peronista y pese a que en su momento intentó hacer "el peronismo sin Perón", terminó entendiendo que no había futuro sin el Líder. Como buen pragmático y entendedor el “Lobo” volvió a la manada. Fue a Madrid, habló y se entendió con el general Perón. Poco tiempo después lo mataron. Cuando supuestamente traicionaba a Perón, nadie conseguía ponerse a tiro y matarlo. En cambio cuando volvía al redil y se ponía al servicio del Líder, fue cruelmente masacrado el 30 de junio de 1969 en su propio despacho por un grupo de amateurs, en donde lo que menos predominaba era el peronismo. Eran tiempos turbulentos, donde nunca se sabía a ciencia cierta de dónde provenían las balas.
La investigación –poco seria- nunca encontró una pauta, ni siquiera se le dio con el tiempo demasiada importancia a los comunicados del embrionario Ejército Nacional Revolucionario, adjudicándose la muerte del “Lobo”.