Hoy recordamos la ejecución de los Mártires de Chicago, quienes en 1886 fueron condenados injustamente por exigir mejoras laborales, como la reducción de la carga horaria a ocho horas diarias. Trabajaban dieciseis horas todos los días, con bajas remuneraciones y en condiciones higiénicas desfavorables. Su pedido no fue oído y su ejecución repercutió al mundo entero.
Lo que consideramos normal y justo tiene un trasfondo de lucha y derramamiento de sangre trabajadora. Como clase obrera debemos velar por lo que nos pertenece como trabajadores de la nación argentina para que nunca más nadie se lleve por delante lo que nos corresponde.
Por los/as que ya no están, por nosotros/as y por los/as que vendrán.